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HOLA, ¿Qué tal? Yo soy Jesús





HOLA, ¿Qué tal? Yo soy Jesús
En esta oportunidad, seré más informal, porque quiero compartir algo de cómo cambió mi vida. Esta experiencia que estoy por compartir, es muy especial para mí porque significó un cambio trascendental en mi vida, y últimamente ha venido a mi mente, no sé por qué, pero la he estado recordando y me pone una sonrisa en mi cara cada vez que la recuerdo. Tenía yo 18 años y estaba en las filas del ejército de mi patria, me esforzaba por ser el mejor en lo que hacía porque Doña Francisca, mi mamá o maíta como le decimos sus hijos, siempre me decía haz siempre tu mejor esfuerzo, si decides ser barrendero de calles debes esforzarte siempre por ser el mejor barrendero de calles que exista, yo sé que ella nunca desearía que uno de sus hijos fuera barrendero pero siempre decía eso para estimularnos, aunque tal vez (ahora que lo pienso jeje) ¿sería que no tenía muchas esperanzas de que yo hiciera algo mejor que barrer las calles?
Bueno, como decía me esforzaba por ser el mejor soldado, ganaba méritos por todo. Era el mejor y más rápido desarmando y armando un fusil, era muy bueno en el orden cerrado, disparando era excelente, tanto que fui francotirador, hice mis cursos de sobrevivencia, antiguerrilla y muchos más destacándome en cada uno de ellos, esto me hacía estar muy orgulloso de mí mismo. Pensaba que no necesitaba de nadie para alcanzar lo que yo quisiera. Pero estaba lleno de soledad y tristeza en mi corazón. Una de las razones por las que decidí entrar a las fuerzas armadas era que pensaba que nadie, ni siquiera esa hermosa viejita Doña Francisca, me amaba. Estaba lleno de rencor hacia todos y hacia todo. Claro, pienso yo hoy día, quién me iba a querer si yo era realmente un ser indeseable, egoísta que solo pensaba en mí mismo, y que le hacía la vida imposible a todos.
Un día salí de licencia por un fin de semana y el día domingo muy tempranito mi maíta me dijo que si la quería acompañar a la iglesia que quedaba a tres cuadras apenas de la casa, como para que no me esforzara mucho, yo le dije que lo iba a pensar mientras desayunaba. Pero, mientras comía lentamente mi comida (cosa rara, porque generalmente como muy rápido) pensaba: ¿Qué voy hacer yo metido en medio de un montón de viejitas que no tienen nada mejor que hacer? Y no voy aceptar que me presionen hacer nada que yo no quiera. Maíta insistió tanto que fui solo para que no me fastidiara más. Al llegar a la entrada del templo, salieron a mi encuentro un montón de jóvenes de mi edad y otros menores y aun mayores pero no mucho, y me sorprendí que me llamaran por mi nombre. Me dijeron, hola Carlos qué bueno que estas aquí (y yo pensaba: ¿por qué saben mi nombre?) tenemos mucho tiempo orando por ti, para que te destaques en todo lo hagas en el ejército y que además para que Dios te proteja siempre. WOW!!! Me impresionaron y me sentí muy bien, pasó el servicio, estuve en una clase donde me preguntaron algo que no recuerdo porque me dio miedo responder, por primera vez en mi vida me quedaba callado sin saber qué hacer ni qué decir, luego pasamos otra vez a la parte principal del templo y ahí me dieron una bienvenida, me hicieron ponerme de pie y todos gritaron (para mi sorpresa) ¡¡¡HOLA CARLOS, BIENVENIDO!!! Y me abrazaron y me sentí muy extraño.
Terminó aquel servicio y regresé a mi batallón esa misma tarde para reportarme de mi licencia, pero me fui todo el camino pensando en lo que había sucedido. En lo bien y a gusto que me sentí en medio de esos evangélicos locos (como los llamaba en ese entonces, bueno para ser sincero aun los llamo así jeje) y que de ninguna manera mis compañeros de milicia debían enterarse de que yo estuve en ese lugar.
Pasó un mes, y yo seguía meditando en aquella experiencia y hasta deseaba salir de licencia pronto para ir nuevamente a ese lugar. Hasta que salí y fui a mi casa y cuando mi viejita me invitó nuevamente a que la acompañara, no lo dudé y le dije que sí. Llegué nuevamente al templo y el mismo recibimiento que la primera vez, las mismas sonrisas y caras que la otra vez, y yo me preguntaba por qué sonríen tanto, es que no se cansan, parecen “misses” de belleza que no paran de sonreír, ¿qué los hace tan felices y que yo no tengo? Pero pronto vendría la respuesta a todas mis inquietudes. Una hermana se me acercó (adivinen, sí estaba sonriendo jeje) y me dijo Carlos, ¿Puedes acompañarme al salón de jóvenes? El pastor quiere hablar contigo, y yo dije ups ¿qué querrá? A lo que la dama me respondió, tranquilo que no es nada malo, él solo quiere presentarte a Jesús. Y yo pensé: ¿Quién será este Jesús? ¿Será algún joven que aun no he conocido? Me imaginaba al pastor entrando al salón con un joven o caballero mayor y que este me diría: HOLA, ¿Qué tal? Yo soy Jesús… pero para mi sorpresa, el pastor entra solo al salón, se sienta y me dice: Carlos, quiero presentarte a Jesús. Yo miré para la puerta y nada y pensé: Yo sabía, siempre lo he sabido, los evangélicos son locos, porque yo no veo al tal Jesús.
Y este hombre, tomó una enorme y pesada Biblia, la abrió y leyó un pasaje: Juan 3:16 “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna” y yo le dije solamente: “y…” y él volvió a mirar su Biblia y me imagino que pensó “esto no será fácil”. Sin dejar de mirar la Biblia me dijo de nuevo el versículo pero cambió algunas palabras: “Porque de tal manera amó Dios a Carlos, que ha dado a su Hijo unigénito, para que si Carlos cree él no se pierda, mas tenga vida eterna” Hey… un momento así no lo escuché la primera vez, y desde ahí empezó a explicarme todo lo que hizo Jesús por AMOR a mí. Y yo pensaba: ¡¡¡no es posible!!! ¡!!a mí nadie me ama¡¡¡ ¿Cómo puede este Jesús hace eso por mí? Y por primera vez sentí que le importaba a alguien, y sentí que alguien me amaba a pesar de ser como yo era.
Lo demás no lo recuerdo porque este pastor habló mucho y mi memoria ya no es tan buena, pero lo que sí recuerdo fue esta pregunta ¿Quieres invitar a Jesús a entrar a tu vida? Y ¿dejar que él te cambie? Yo solo puede responder: Pero ¿Cómo lo hago? Y me respondió con una sencilla oración, ah esta sí que la recuerdo como si la hubiese dicho ayer, claro él me ayudó a hacerla. El pastor me dijo solo repite después de mi: “Señor Jesús, te abro las puertas de mi corazón y te recibo como Señor y Salvador de mi vida, me arrepiento de todos mis pecados, y hazme la persona que tú quieres que sea” Amén
El pastor emocionado me hizo una pregunta más, ¿Qué sentiste cuando hiciste la oración? Sus ojos brillaban esperando la respuesta y yo le dije: ¡!!NADA¡¡¡ el brillo en sus ojos ya no era igual, y la sonrisa se notó un poquito forzada, pero se armó de valor y me dijo, no importa porque igual él está en tu corazón. Y yo dije, ¡!!si usted lo dice¡¡¡ así será, usted sabe más que yo. Pero de verdad Jesús entró en mi vida, porque los cambios comenzaron a ser evidentes en mí aunque yo no me daba cuenta, la gente me decía: Caramba qué cambiado estás, yo pensaba que bromeaban. Seguí asistiendo a la iglesia, tomé clases de doctrina, me bauticé y desde ese entonces he permanecido en sus caminos.
Siempre me he preguntado: si soy extraño por no haber sentido nada en esa oportunidad. Pero el Señor me ha dicho: “Y me ha dicho: Bástate mi gracia” (2 Corintios 12:9), también mi precioso Señor me recuerda siempre esto: “y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano” (Juan 10:28). “…ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8:39)
Tal vez mucha gente diga que hay que sentir cosas como he oído: “un no sé qué…” o “como si me quitaran un peso de encima” pero si tu eres como yo, que no sentiste nada cuando Jesús entró a tu vida, NO TE PREOCUPES, igual Jesús sí entró, porque la única evidencia de su presencia en nuestras vidas es Su Espíritu Santo, y el Señor dijo: “Por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:16). Solo el cambio que Él genera en ti, es la evidencia de que Él mora en ti. Nada tiene que ver los sentimientos, porque esté triste o feliz ¡¡¡ÉL ESTA CONMIGO!!!

Oración: Señor, gracias porque un día entraste a mi vida y lo revolviste todo, pero no para causar un desorden sino para ordenar el caos que era mi vida. Me has salvado, transformado y guiado por tus sendas. Gracias porque cada día estoy seguro y feliz de haberte conocido, gracias porque aquel 26 de julio de 1985 entraste en aquel salón y me dijiste HOLA, ¿Qué tal? Yo soy Jesús…
Experimentando a Dios en mi vida: Tal vez, Jesús no entró literalmente a ese salón y dijo esas palabras, pero yo quiero imaginármelo de esa manera. Dios usó como instrumento precioso a un hombre rústico que carraspeó su garganta al ver lo difícil que sería presentarme a Jesús, Dios te doy gracias porque ese hombre no se desanimó ante mi actitud, sino que oró a ti pidiéndote sabiduría y pudo tocar la necesidad apremiante que había en mi corazón, la falta de amor, es increíble y el Señor jamás deja de sorprenderme, ¿será por eso que no me aburro de Él? Porque en ese instante oír mi nombre al lado de la palabra AMOR, fue lo que me hizo atender a aquel hombre. Gracias Señor porque como dice aquel canto: ¿Qué sería de mí si no me hubieras alcanzado? ¿Dónde estaría hoy si no me hubieras perdonado? Ante tanto amor solo puedo expresar, ¡¡¡HOLA, JESÚS ¿QUÉ TAL? SOY CARLOS!!! Aquí estoy rendido a tus pies desde aquel día. ¿Sabes? TE AMO


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