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Volvámonos niños




Siempre me ha llamado la atención el pasaje bíblico de Mateo 18:3 “Entonces dijo: —Les aseguro que a menos que ustedes cambien y se vuelvan como niños, no entrarán en el reino de los cielos”.
Me llama poderosamente la atención observar que el Señor Jesús dice claramente que el que no se vuelva como un niño NO entrará al cielo. Es decir, que una señal inequívoca de que Jesús ha entrado en nuestro corazón es que no transforma en niños. Y pensar que de niños queremos ser adultos y ahora Jesús nos pide retroceder, entonces YO QUIERO SER UN NIÑO…
Me parece que cuando somos niños (por lo menos en mi caso) el anhelo más grande que se tiene es querer crecer, ser un adulto, madurar… ¿madurar? En la medida que estamos en ese proceso de crecimiento recuerdo mucho a mis hermanas (siete, para ser más específico) gritándome ¡Madura muchacho! Mis dos hermanos varones tal vez lo pensaban también pero no me lo decían, jajaja…
¿Y qué es madurar? Creo que es aprender a ser independiente. Ser independiente es precisamente aprender a cuidar de uno mismo. Si hay algo vital que diferencia a un niño de un adulto, no es la inocencia o la ingenuidad o la seriedad de uno o del otro.
La diferencia es que un niño no puede comer, vestirse, andar y sobrevivir, sin tener que depender de sus padres. Un niño es dependiente. Esa es la diferencia entre el adulto y el niño.
El adulto puede comer, vestirse, andar y posiblemente sobrevivir hasta cierto grado, sin depender de sus Padres o de alguien más. Una de las virtudes de “crecer y madurar” es que, eventualmente, la persona obtiene la madurez suficiente para poder valerse por sí misma en la vida y volverse independiente, al punto que logra sobrevivir en este mundo difícil sin tener que depender de nadie. Al menos en cierto grado. Eso es el andar común de la vida, y así es diseñado por Dios.
El problema surge cuando los llamados adultos nos acomodamos a este concepto de INDEPENDENCIA y tratamos de hacer todo en la vida, olvidando que Dios nos ve como sus hijos, sus amados niños. Necesitamos ser alimentados, vestidos, guiados, corregidos y enseñados. Pero, pareciera que somos demasiado autosuficientes para tal tarea. Desgraciadamente esto nos aleja de tener una relación con Dios.
La independencia tiene un vínculo muy cercano con algo que se llama orgullo, el cual choca irremediablemente en nuestro caminar con Dios. Dios da gracia al humilde pero resiste al soberbio. (1ª. Pedro 5:5) ¡Dejad que los niños vengan a mí! (Mateo 19:14).
A Dios le agrada aquel que reconoce que, delante de Él, solamente puede comportarse como niño, dependiente, confiado, necesitado y consciente de que Él es su verdadera fuente de provisión y crecimiento. El que se humilla como un niño es el que ha de heredar uno de los más importantes valores que existen en nuestro caminar: La dependencia en Dios, hermana gemela de otro valor muy importante llamado fe.
Cada vez que estoy en situaciones que parecieran no tener solución, solamente recuerdo que para Él soy como un niño; que mi trabajo es hacer lo posible, y el Suyo es hacer lo imposible. Debo recordar cada día, cada instante que tengo que depender de Él en todo. Debemos ser como ese niño que cada noche corre a su cama (o lo llevan obligado, según sea el caso) a dormir y descansa porque sabe que su papá está cerca. Muy cerca cuidándolo, velando su sueño y pendiente de cualquier cosa que ese niño requiera de él. Así nuestro Padre celestial vela y cuida de nosotros, Él cumple su trabajo de cuidarnos pero muchas veces nosotros no cumplimos el nuestro de confiar en Él y descansar.
Dios quiere que tu también vengas y reposes de la misma manera en Él, porque sin importar lo que el futuro pueda traer, tú sabes que tu Padre celestial cuida de ti, y todas Sus promesas son verdad y se harán realidad para tu vida, por lo cual puedes dormir tranquilamente en la noche bajo la sombra de Sus alas como el niño que eres para Él.

Oración: Gracias Señor porque sé que soy tu niño… sé que cumples tu parte de cuidarme, guiarme, regañarme, y atender mis necesidades… no permitas que me olvide de todo eso jamás y que pueda vivir siempre confiado de que Tú estás cerca de mí. Amén.

Experimentando a Dios en mi vida: A Dios le agrada aquel que reconoce que, delante de Él solamente puede comportarse como niño: dependiente, confiado, necesitado y consciente de que Él es su verdadera fuente de provisión y crecimiento. GRACIAS POR ESTAR CERCA DE MI SIEMPRE… TE AMO!!!

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