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„Fue creado para buenas obras“ segunda Parte


„Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas. Efesios 2:10
 “

Recuerdo muchos hermanos en la vida cristiana. muchachos sinceros que quieren  agradar a Dios, ponenn equivocadamente, letreros en las puertas que dicen: «Me propongo hoy no pecar contra Dios». Nada más lindo que esa buena intención, pero ¿sabes cómo lo quieren lograrlo? Vigilando, todo el día, cada uno de sus pasos. Así andan por la mañana repitiendo en sus adentros: «Me propongo no pecar contra Dios». Y repiten incansablemente el verso bíblico: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Filipenses 4:13). Pasan las horas haciendo vanas repeticiones, con una gran tensión para no caer, tratando de encarcelar esa fiera carnal. Mas al final del día, agotados y frustrados, se lamentan  diciendo: No, no doy el grado. ¡Fallé! Esto no funciona». ¡Y nunca va a funcionar! ¿Por qué? Porque nunca vencerás tu naturaleza pecaminosa tratando de reformarla. Olvídate de tu naturaleza carnal. Deja a un lado tus debilidades y pon tus ojos en el poder de Cristo que está obrando en ti. Deja de estar mirando ya tus inclinaciones pecaminosas. Dios sabe que eres débil y dónde tienes la debilidad en tu carne, por eso te dio un Salvador. Él te ve en Cristo, y él es nuestra esperanza. Por Cristo fuimos justificados, y él es quien llevó nuestras iniquidades (Isaías 53:11), y con una sola ofrenda «hizo perfectos para siempre a los santificados» (Hebreos 10:14).

La Biblia dice que debemos velar, y estar firmes en la fe (1 Corintios 16:13). Por tanto, lo que tienes que hacer es alimentar tu naturaleza nueva. Constantemente debes beber de la copa de la gracia, y si tu copa está rebosando ¡olvídate del diablo, no hay tentación que valga! Las Sagradas Escrituras dicen que «...cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido» (Santiago 1:14). Dios no tienta a nadie. El diablo nos tienta sencillamente en nuestras concupiscencias o malos deseos. Si tú eres mentiroso, hipócrita o te gusta robar, eso estará siempre ahí, en tu naturaleza carnal, porque la misma está viciada (Efesios 4:22). En esto no hay cursitos de motivación personal o de psicología que valgan, porque puede ser que 

aparentemente mejores tus tendencias, pero en el menor descuido te sale lo dañado que hay en ti. Como dice el dicho: «El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno» (2 Pedro 2:22).
La mente del hombre es de continuo al mal, eso lo dice la Palabra y no hay quien lo quite. Pero la naturaleza según Dios es de continuo al bien. Entonces, en vez de concentrarte tanto en el perverso de Adán, vive al Santo Jesús que vive en ti. Cuántos cristianos están llorando sus debilidades. Como consejero espiritual he visto hermanos, sinceros, gimiendo y me dicen: «Hermano Fernández, yo quiero agradar a Dios, pero soy débil y caigo de nuevo». Y siempre les digo el mismo consejo: Quita los ojos de tu debilidad y mira la perfección de Jesucristo. La carga te la da el diablo para desalentarte, porque sabe que tú no puedes sobrellevarla. El Señor no te pide que lleves tus cargas, sino que la eches sobre él y él te sustentará (Salmos 55:22).

¡Renovémonos en el espíritu de nuestra mente! La Biblia dice: «Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor» (2 Corintios 3:18). Tenemos la mente de Cristo en el espíritu, estamos creciendo constantemente en fe, porque Dios la aumenta. Los apóstoles nunca pidieron al Señor: «Danos fe», no, ellos dijeron: «Auméntanos la fe» (Lucas 17:5), porque sabían que ya la tenían. Es como si hubieran dicho: «Haznos crecer en ese hombre nuevo que tú nos has dado». Esta es la razón por lo que la Biblia nos amonesta: «Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu» (Gálatas 5:25).
Aclaro que lo que expongo no es «gracia infusa», ese dogma de la iglesia católica que fue rechazado por el protestantismo, la cual considera que Dios pone en nosotros su gracia santificante y que esa gracia se va desarrollando, hasta llegar a un estado de perfección para con Dios, y que por esta perfección es que Dios nos acepta y nos salva. Eso no es así, y ya lo hemos visto por la Palabra: No somos salvos por el grado de perfección o santidad que hayamos alcanzado, sino que somos salvos por la perfección y santidad de Jesucristo (Romanos 5:10). Dios no me salva porque yo soy bueno, Dios me salva porque Cristo fue bueno. Dios no me salva porque llegué a un grado de madurez altísimo o me perfeccioné, 

sino que soy salvo porque Cristo es perfecto y él me imputa su perfección cuando yo creo en él.
Por medio de la justificación, que recibimos por la fe en el Señor Jesucristo, somos librados de la condenación del pecado (Romanos 5:1; 8:1). Esta es la obra consumada de Cristo. Por esta obra soy reconciliado con Dios, recibo el derecho a la vida eterna y soy declarado y tratado como justo delante de los ojos de Dios, el Padre. La obra que Dios está realizando en nosotros la hace a través del Espíritu Santo, y se llama santificación. Este proceso tiene el propósito de librarnos del poder del pecado, no de salvarnos, ya que hemos sido salvos desde el día que hemos creído en Cristo Jesús (Juan 3:16-18; 5:24). Si andamos en ese hombre interior, podemos hacer las buenas obras.


Seguros en Cristo Ministry Col. 2.10 
Guildo Jose Merino 
www.segurosencristo.blogspot.com


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