Ir al contenido principal

„Para que Dios sea el todo en todos.“


Ahora percibo algo que al advertirlo me hace conocer todo lo de Dios; ahora discierno algo que desde que lo comprendí me ha hecho entender a Dios. Esta revelación me ha hecho saber hasta qué medida debo amarle y por qué debo servirle. La encarnación del Hijo no sólo nos trajo revelación de Dios, sino que puso a Dios al alcance nuestro. Él se hizo cercano. La Biblia dice que en la encarnación, Jesús se «despojó» (Filipenses 2:7). Ese despojamiento no redujo la divinidad, sino la hizo accesible y comprensible a los hijos de los hombres. Es como si Dios se hubiese resumido y simplificado hasta que un niño lo pudiese entender. Eso te puede ilustrar lo que esta revelación causó en mí, y también hará lo mismo contigo, si lees este libro con un espíritu humilde y sediento de Dios.

De la misma manera que en mi conversión el Espíritu Santo me convenció de pecado y me mostró cuán perdido y lejos de Dios me encontraba, así también sucedió, ministerialmente hablando cuando el Señor me reveló este mensaje. Me hizo ver que mi sinceridad, mi celo, mi pasión, mi intensidad, mi visión y mi insaciable búsqueda para obtener más de él, todo se hacía vano, vacío y sin objetivo, si no entendía y vivía para la sublime y suprema causa: «Para que Dios sea el todo en todos». Lo ilustraré de la siguiente manera, Pablo dijo: «Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio; no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo» (1 Corintios 1:17). Si la iglesia en sus siglos de historia hubiese entendido esta afirmación del apóstol, se hubiera sentido avergonzada y hubiese buscado el arrepentimiento con dolor y lágrimas, pues todos hemos hecho vana la cruz de Cristo. Según 
Pablo, hacemos vano el mensaje del evangelio cuando lo mezclamos con cualquier elemento, por ejemplo, con palabras de «humana sabiduría», que es lo mismo que: filosofías, razón, intelectualismo, humanismo, etc. Todo esto se puede llamar «el espíritu de Grecia». El evangelio es de Dios, vino del cielo, es espiritual, es misterio revelado, pero cuando se mezcla con lo humano, se pervierte, y pervertirlo es cambiarle el carácter o su naturaleza. Eso es exactamente lo que hacemos cuando fusionamos el evangelio con cualquier otra cosa que pertenezca a esta dimensión de vida natural.

El verbo kenow, «hacer vano» que usa Pablo, significa en griego «vacío de resultado, ausencia de cualidad, sin efecto, sin objetivo, algo irrelevante». Eso hemos hecho con el evangelio cada vez que lo hemos combinado o relacionado con el conocimiento de este siglo y con la sabiduría humana. El Señor, estudiando esta palabra, me reveló algo que tiene, desde entonces, aturdido mi corazón, porque me ha hecho ver que nuestro pecado es aun más ofensivo a Cristo y a su obra redentora, ya que «hacer vano» es la misma palabra que usa Pablo en Filipenses 2:7 cuando dice «que se despojó a sí mismo». Para explicarme mejor, voy a escribirte el contexto de este verso: «Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre” (Filipenses 2:5-11). El término griego kenow (kenóo) no se traduce en este pasaje como «hacer vano», sino como «se despojó», «se vació». En otras palabras, para que hubiese redención para nosotros, el Señor Jesús se «vació», «se despojó»; siendo Dios se hizo hombre; después se hizo siervo; luego siendo el autor de la vida, descendió y decidió morir, y continuó humillándose hasta elegir la muerte más ignominiosa, la cruz.

La kénosis (vaciamiento) de Cristo tuvo como propósito que hubiera para nosotros «evangelio», o sea, un mensaje de reconciliación y salvación. Por tanto, cuando nosotros predicamos el evangelio con «palabras de humana sabiduría» o unimos el mensaje de la cruz con cualquier elemento humano, llámese conocimiento, método, estrategia u otra cosa, hacemos «vacío el vaciamiento de Cristo». En otras palabras, reducimos a nada lo que es la gloria de la humillación de Jesús. La grandeza, el impacto, la eficacia, la motivación y la apelación del bendito evangelio se encuentra en el «sentir que hubo también en Cristo Jesús» (Filipenses 2:5).

Esto explica porqué el evangelio ha perdido su poder y eficacia en la mayoría de nuestras iglesias. Hemos “vaciado el vaciamiento”. Lo hemos reducido a algo común, sin resultado, sin efecto, sin cualidad, sin objetivo. Lo que es en sí mismo el argumento más poderoso del evangelio, que Cristo se «vació» de su gloria para llenarnos de ella, lo hemos convertido en menos que nada. Cuando el evangelio no es «según Cristo» (Colosenses 2:8), entonces es «según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo» (v. 8). El resultado, según el apóstol es «filosofías y huecas sutilezas» (v. 8). Aplicando, quiero decirte que, de la misma manera, la vida cristiana, la relación con Dios, la predicación y el ministerio, sufren un vaciamiento de su gloria cuando Dios no es «el todo en todos».


„Es triste perderse por no conocer el camino, pero superlativamente lamentable es extraviarnos estando en el mismo camino.“

En la parábola del hijo pródigo aprendemos que el hijo mayor, que nunca se fue de la casa, que nunca había desobedecido, y que había servido al padre por muchos años (Lucas 15:29), estaba más perdido que el hijo que había abandonado la casa del Padre y «había consumido sus bienes con rameras» (v. 30). ¿Por qué era más pródigo el que se quedó que el que se fue? El hijo mayor había servido al Padre y le había abandonado la casa del Padre y «había consumido sus bienes con rameras» (v. 30). ¿Por qué era más pródigo el que se quedó que el que se fue? El hijo mayor había servido al Padre y le había obedecido, pero no tenía su corazón. Esa era la razón por la cual no entendía el motivo de la fiesta y el gozo del Padre cuando llegó su hermano. En vez de alegrarse con su padre, le fue una causa de dolor el día de la celebración. Podemos vivir con el Padre y no conocerlo; trabajar arduamente para él y no entender su conducta. 

El que no tiene el corazón del Padre puede que sirva incansablemente para contribuir a su causa, pero no le agradará ni disfrutará de sus bienes ni tampoco de sus festejos. El hijo mayor aunque «siempre estaba con el Padre» (Lucas 15:31), nunca lo tuvo; si bien «todas las cosas eran suyas» (v. 31) mas nunca las disfrutó. Él mismo dijo: «He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos» (v. 29).

„A Dios lo conocemos cuando conocemos sus caminos, pero le entendemos sólo cuando tenemos su corazón.“

Si caminamos con Dios sin conocer su camino, el seguirlo se nos hará duro y tedioso y andaremos divagando. En cambio, conocerlo en sus caminos y entenderlo según su corazón pondrá nuestros pies en sus alturas. Entonces, veremos a través de sus ojos, oiremos por medio de sus oídos y entenderemos a la medida de la plenitud de Cristo.

El salmista dijo en su oración: «Por el camino de tus mandamientos correré, cuando ensanches mi corazón» (Salmos 119:32). Cuando no conocemos nada del camino, estamos detenidos. Cuando conocemos algo del camino, sólo podemos caminar un tramo del mismo. Cuando conocemos todo el camino, podemos no sólo caminar, sino correr hasta llegar a su fin. Hay una sola manera de conocer todo el camino y es cuando el Señor nos revela que él es el todo y en todos. Si tenemos un corazón inconverso no conocemos nada del camino; cuando somos cris

tianos promedio conocemos algo del camino, pero cuando tenemos el mismo sentir de Dios, cuando tenemos «el corazón ensanchado», entonces somos aptos para correr por «el camino de los caminos», el cual es: Para que Dios sea el todo en todos.
Amigo lector, el Señor quiere ensanchar tu corazón a la medida del suyo y hacerte correr por el camino de los caminos. Te invito a entrar conmigo donde nace el río del corazón de Dios, y donde desemboca el propósito eterno de su voluntad.„PARA QUE DIOS SEA EL TODO EN TODOS».“



Seguros en Cristo Ministry Col. 2.10 
Guildo Jose Merino 
www.tiemporeales.blogspot.com

Zürich / Schweiz

Aprende Inlges en 3 meses, asi de facil