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todo fue creado por medio de él y para él


„Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia. Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte. Porque todas las cosas las sujetó debajo de sus pies. Y cuando dice que todas las cosas han sido sujetadas a él, claramente se exceptúa aquel que sujetó a él todas las cosas. Pero luego que todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, PARA QUE DIOS SEA TODO EN TODOS» (1 Corintios 15:24-28).“

Que Dios sea todo en todos es la causa y la motivación del corazón de toda criatura que ama y conoce al Padre. El reino de Dios se fundamenta en este principio. El que Dios sea el todo ha sido la piedra angular que ha sostenido, inclusive, a la misma eternidad. El universo se ha preservado porque él es el todo. El mundo visible y el invisible han existido y han sido conservados gracias a que él sigue siendo el todo. Él es el todo del tiempo, porque es «el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso» (Apocalipsis 1:8). De la misma manera él es el todo de la creación, porque «todo fue creado por medio de él y para él

(Colosenses 1:16). No importa las innumerables cosas que hayan en el mundo, todo estaría vacío sin él, porque él es «la plenitud... que todo lo llena» (Efesios 1:23). Los cielos están tan llenos de él que no lo pueden contener (1 Reyes 8:27).

El Señor no sólo creó todo y lo llena todo, sino que todo procede de él. Todo lo que existe es parte de un todo, y Dios es ese todo. La Biblia enseña que el universo fue constituido por la Palabra de Dios (Hebreos 11:3). El salmista escribió: «Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca» (Salmos 33:6). Todo lo creado posee una parte de Dios; hay un aliento de su boca en cada ser humano; 

hay una palabra de Dios en el sol, otra en la luna y otra en las estrellas, porque «él dijo, y fue hecho; él mandó, y existió» (Salmos 33:9). Esa es la razón por la cual el escritor inspirado, refiriéndose a la dependencia que tienen los seres vivientes de Dios, dice: «Todos ellos esperan en ti, para que les des su comida a su tiempo. Les das, recogen; abres tu mano, se sacian de bien. Escondes tu rostro, se turban; les quitas el hálito, dejan de ser, y vuelven al polvo» (Salmos 104:27-29).

Dios se tomó a sí mismo para dar origen a su creación. Generalmente, decimos que el Todopoderoso creó todas las cosas de la nada, pero la Biblia nos enseña que Dios tomó esencia de sí mismo para crear todo lo que existe, por ejemplo: su voluntad, su poder, su sabiduría, su perfección, su aliento y su Palabra. Esa es una de las causas por la cual la Biblia dice que la tierra está llena de su gloria. Quiero aclarar que con este pensamiento no estoy enseñando panteísmo, pues no creemos que Dios esté metido en el sol para que alumbre, sino que el sol tiene en sí mismo un mandamiento que él le dio. Él ordenó: «Haya lumbreras en la expansión de los cielos... Y fue así» (Génesis 1:14,15). El sol, como toda la creación, existe por Dios y para Dios (Colosenses 1:16).

El hombre fue hecho del polvo de la tierra, pero lleva en su nariz aliento de vida (Génesis 2:7). Lo que quiero enseñar es que Dios no creó las cosas separadamente de él, sino que toda la creación fue diseñada para estar relacionada entre sí, y sobre todo con su Creador. Todas las cosas creadas por Dios, no sólo se interrelacionan, sino que son interdependientes. Esto explica el porqué cuando una especie animal se extingue pone en peligro a otras o produce un desequilibrio ecológico. No tiene nada de extraño que la luna, el sol y las estrellas de alguna manera afecten nuestra existencia, pues tanto los astros como nosotros somos parte del mismo sistema y del mismo propósito (Génesis 1, 2).
Entendemos que Dios es el centro, la causa y la esencia de todas las cosas. Por tanto, el orden y la seguridad del universo dependerán siempre de que él siga siendo el todo. Irrevocablemente, el Señor continuará siendo el todo, pero él quiere ser el todo en todos, pues, en este mundo, Dios es el todo en muchos, pero no es el todo en todos.

·      Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre» (Deuteronomio 29:29).

Es triste perderse por no conocer el camino, pero superlativamente lamentable es extraviarnos estando en el mismo camino.

Por tanto, en todo lo que hagamos y en cada cosa que enfrentemos en la vida, busquemos el camino. Admiremos, proclamemos y cantemos las obras de Jehová, pero amemos más sus caminos, porque son ellos los que explican las obras, y en cambio las obras nunca dicen cuáles son los caminos. Consideremos la oración del salmista en el Salmo 119. Él pedía conocer, entender y andar por el camino de cada aspecto de la palabra de Dios. Miremos detenidamente su petición en este salmo:

Me he gozado en el camino de tus testimonios más que de toda riqueza» (Salmos 119:14).
«Hazme entender el camino de tus mandamientos, para que medite en tus maravillas” (Salmos 119:27). Según el salmista, las maravillas de los mandamientos se encuentran en su camino.
«Enséñame, oh Jehová, el camino de tus estatutos, y lo guardaré hasta el fin» (Salmos 119:33).

„Esto revela dos cosas: Primero, sólo en el camino se conoce y se disfruta del consejo de Dios; y segundo, cada cosa de Dios tiene un camino. David oraba con frecuencia a Dios que le mostrase sus caminos (Salmos 5:8; 17:5; 25:4,5). Por ejemplo, él pedía: «Sustenta mis pasos en tus caminos, para que mis pies no resbalen» (Salmos 17:5)“

„A Dios lo conocemos cuando conocemos sus caminos, pero le entendemos sólo cuando tenemos su corazón.“


Alabaré a Jehová con todo el corazón en la compañía y congregación de los rectos. Grandes son las obras de Jehová, buscadas de todos los que las quieren. Gloria y hermosura es su obra, y su justicia permanece para siempre. Ha hecho memorables sus maravillas; clemente y misericordioso es Jehová. Ha dado alimento a los que le temen; para siempre se acordará de su pacto. El poder de sus obras manifestó a su pueblo, dándole la heredad de las naciones. Las obras de sus manos son verdad y juicio; fieles son todos sus mandamientos, afirmados eternamente y para siempre, hechos en verdad y en rectitud» (Salmos 111:1-8). ¿Quién que conozca al Señor y a sus obras no se regocija y alaba? Las obras de Jehová son dignas de ser recordadas, celebradas, publicadas y «buscadas por todos los que se deleitan en ellas» (Salmos 111:2, Biblia de las Américas). Por tanto, podemos decir que hay tres motivos primordiales por los cuales los hijos de Dios le alabamos y nos regocijamos en él:

Primero, le alabamos por lo que él es; por sus atributos, su carácter y todo lo que constituye su persona. Por ejemplo, la Biblia dice: «Alabad a Jehová, porque él es bueno; porque para siempre es su misericordia... Proclamarán la memoria de tu inmensa bondad, y cantarán tu justicia. Clemente y misericordioso es Jehová, lento para la ira, y grande en misericordia. Bueno es Jehová para con todos, y sus misericordias sobre todas sus obras» (Salmos 106:1; 145:7-9).

Segundo, le alabamos por lo que él ha hecho. El salmista escribió: «Cantad a Jehová cántico nuevo, porque ha hecho maravillas; su diestra lo ha salvado, y su santo brazo... Grande es Jehová, y digno de suprema alabanza; y su grandeza es inescrutable. Generación a generación celebrará tus obras, y anunciará tus poderosos hechos. En la hermosura de la gloria de tu magnificencia, y en tus hechos maravillosos meditaré. Del poder de tus hechos estupendos hablarán los hombres, y yo publicaré tu grandeza» (Salmos 98:1; 145:3-6).

Tercero, le alabamos por lo que él ha dicho. Los cánticos del salterio dicen: «Las misericordias de Jehová cantaré perpetuamente; de generación en generación haré notoria tu fidelidad con mi boca. Porque dije: Para siempre será edificada misericordia; en los cielos mismos afirmarás tu verdad. Hice pacto con mi escogido; juré a David mi siervo, diciendo: Para siempre confirmaré tu descendencia, y edificaré tu trono por todas las generaciones. Selah Celebrarán los cielos tus maravillas, oh Jehová, tu verdad también en la congregación de los santos... No olvidaré mi pacto, ni mudaré lo que ha salido de mis labios. Una vez he jurado por mi santidad, y no mentiré a David. Su descendencia será para siempre, y su trono como el sol delante de mí» (Salmos 89:1-5, 34-36). «Aclamad a Jehová con arpa; cantadle con salterio y decacordio. Cantadle cántico nuevo; hacedlo bien, tañendo con júbilo. Porque recta es la palabra de Jehová, y toda su obra es hecha con fidelidad. Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca» (Salmos 33:2-4,6).
La adoración verdadera no es una mera forma, ni un mandamiento aprendido, y mucho menos una liturgia muerta, vana y formalista. La adoración de los que conocen y aman a Dios es una expresión viva, genuina y espontánea que manifiesta nuestro verdadero sentir por la persona de nuestro Dios. La adoración expresa el grado de amor, respeto y gratitud que existe en nuestro corazón por nuestro Padre divino. Si conocemos al Señor, sin duda que le vamos a admirar y por consiguiente, ponderaremos con máxima expresión todos sus atributos. Si sus obras nos han sido manifiestas, de seguro que no cesaremos de celebrarlas y recordarlas. Cuando Dios es nuestra causa, nos alegraremos grandemente por todos los triunfos de su propósito. Cuando nuestros corazones están ligados a él por el perfecto vínculo del amor, compartiremos con él el mismo sentir de su alma. Cuando amamos a Dios es inevitable que deseemos su honra y procuremos su honor. Cuando entendemos quién es él, es fácil saber quiénes somos nosotros, entonces no nos será difícil darle su lugar.

Sólo los que han tenido una revelación de su gloria saben vivir a sus pies.
La señal más evidente de que un hombre no conoce a Dios es el orgullo. La Biblia dice que al hombre altivo Dios lo mira de lejos (Salmos 138:6). Así que la altivez es el polo opuesto a Dios. Dondequiera que pase el orgullo deja rastros de la ausencia de Dios. En cambio, la Palabra dice que Dios da gracia a los humildes (Santiago 4:6), y el profeta Isaías declaró: «Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados» (Isaías 57:15).


Mientras más tenemos de Dios, menos tendremos de nosotros. Cuando crecemos en Dios, menguamos en nosotros. Un aumento de Dios trae como resultado una reducción del yo. Dios reina de acuerdo a como piensa. El soberano del universo rige su propósito de acuerdo a su forma de ser. Podemos decir, entonces, que tal como es Dios, así es su reino. Dios es santo, por eso reina en santidad. El Señor es justo, por eso la justicia y el juicio son el cimiento de su trono (Salmos 89:14). Dios es verdad, por eso la verdad va delante de su rostro (v. 14). Dios es fiel y por eso la fidelidad le rodea (v. 8), y toda su obra es hecha con fidelidad (Salmos 33:4).Esa es la razón por la cual el salmista dice: «Jehová reina; regocíjese la tierra, alégrense las muchas costas» (Salmos 97:1). ¿Por qué debe haber regocijo si Jehová reina? Porque cuando Jehová reina prevalece y abunda todo lo bueno, lo justo, lo santo y lo verdadero. Todo es hecho con sabiduría, santidad, misericordia y gloria. ¿Por qué se regocijaban entonces todas las estrellas del alba? ¿Por qué alababan todos los hijos de Dios? Sin duda, expresaban su perfecto gozo y su inevitable satisfacción porque su Creador reinaba sobre todo y en todos.




Seguros en Cristo Ministry Col. 2.10 
Guildo Jose Merino 
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Zürich / Schweiz

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