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„La era del Espíritu revelada en el Antiguo Testamento“




¡Oh, si Israel hubiera entendido a Dios! No hubiese depositado su fe en obras, y su confianza en las filacterias (Mateo 23:5). El Espíritu Santo vino a permanecer en nosotros, para llenarnos de él, y ser el todo en nuestras vidas. El Señor quiere estar en tu corazón, en tu mirada, en tus manos, en tu frente, en la puerta de entrada de tu casa, en tus hijos, en todo lo que es tuyo y en todo lo que eres. Quiere que tú le recuerdes siempre, por eso te llena de memoriales, por todas partes, para que con tus ojos lo veas, con tu mente le pienses, con tu corazón le ames, en tu hogar le alabes, y al atravesar el dintel de la puerta salgas a vivir su Palabra.

Veamos ahora otra forma en que el Antiguo Testamento nos revela la obra del Espíritu Santo. En el libro de Números 15:38, vemos que Dios les dio un mandamiento a los hijos de Israel, el cual llegó a ser muy importante para los judíos, y en el presente todavía lo es. El Señor les mandó a que se hicieran franjas en los bordes de sus vestidos, por sus generaciones; y pongan en cada franja de los bordes un cordón azul. Por eso vemos a los rabinos que andan con flecos y franjas en el borde de sus vestidos y mantos. El propósito de Dios era que los hijos de Israel tuvieran algo que les hiciera recordar todos los mandamientos que les había mandado. Esas eran las filacterias, un memorial, un recordatorio, para que la voluntad de Dios no se olvidara.

Conociendo el Señor la naturaleza del hombre, que es olvidadiza, les enfatizó: «Y os servirá de franja, para que cuando lo veáis os acordéis de todos los mandamientos de Jehová, para ponerlos por obra; y no miréis en pos de vuestro corazón y de vuestros ojos, en pos de los cuales os prostituyáis» (Números 15:39). En la versión Biblia de las Américas (1986) dice: «...Y os servirá el fleco para que cuando lo veáis os acordéis de todos los mandamientos del SEÑOR, a fin de que los cumpláis y no sigáis vuestro corazón ni vuestros ojos, tras los cuales os habéis prostituido». En otras palabras: «En vez de seguir aquello que miran con sus ojos, y anhelan con su corazón, por los cuales ustedes mismos se han prostituido, miren los flecos y acuérdense de poner por obra mi voluntad. Si se miran a ustedes mismos, a sus corazones y van en pos de vuestros caminos, de vuestras ideas, de vuestros conceptos, de vuestras prácticas, se van a prostituir». Todo aquel que va en pos de sí mismo o se mira a sí mismo se desvía.

Hemos visto que el que sigue su propio corazón y mira sus propios ojos y sigue sus propios caminos, al final se corrompe y envilece aun más, porque la tendencia de la carne es hacia el mal. El proverbista dijo: «Por cuanto aborrecieron la sabiduría, y no escogieron el temor de Jehová, ni quisieron mi consejo, y menospreciaron toda reprensión mía, comerán del fruto de su camino, y serán hastiados de sus propios consejos» (Proverbios 1:29-31). Por eso Dios nos manda a mirarlo a él, a seguirle a él, a poner los ojos en sus caminos, el corazón en su Palabra, y nuestra mente en sus mandamientos e instrucciones. Los hijos de Israel obedecieron este mandato y andaban con sus filacterias como una señal externa, pero tristemente olvidaron ponerlos por obra.

Y es interesante porque Dios les dijo a los hijos de Israel: «Te harás flecos en las cuatro puntas de tu manto con que te cubras» (Deuteronomio 22:12). Y también les dijo: «Y lo contarás en aquel día a tu hijo, diciendo: Se hace esto con motivo de lo que Jehová hizo conmigo cuando me sacó de Egipto. Y te será como una señal sobre tu mano, y como un memorial delante de tus ojos, para que la ley de Jehová esté en tu boca; por cuanto con mano fuerte te sacó Jehová de Egipto. Por tanto, tú guardarás este rito en su tiempo de año en año... Te será, pues, como una señal sobre tu mano, y por un memorial delante de tus ojos, por cuanto Jehová nos sacó de Egipto con mano fuerte» (Éxodo 13:8-10,16). Nota el énfasis: Sobre tu mano y delante de tus ojos. De este mandamiento los judíos hicieron una interpretación literal con el uso de las filacterias. El mismo Jesús las usaba, lo sé porque él guardaba la ley y la cumplía perfectamente, para poder salvarnos. „No obstante, Jesús condenó su uso como un amuleto, lo cual solían hacer los fariseos, por eso advirtió:

„En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos. Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen. Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas. Antes, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres. Pues ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos... (Mateo 23:2-5).“

La filacteria o tefilín (gr. amuleto) es un estuche o especie de cajita hecha de piel dentro de la cual se colocaban cuatro textos de las Escrituras, y luego con cintas de cuero la sujetaban en el brazo izquierdo, cerca del corazón, y también se la ataban a la frente, como indicativo de hacer memoria. Las usaban en la sinagoga y en la casa antes de la oración matutina. En la filacteria el siguiente versículo es clave: «Amaras al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu mente, con todas tus fuerzas» (Deuteronomio 6:5). Los fariseos, como querían proyectar que eran los más celosos, entonces extendían los flecos de sus mantos, y ensanchaban sus cajitas o filacterias, como bien observó el Maestro, como para decir a los hombres: «No hay nadie aquí más celoso de la ley que nosotros». Pero Jesús dijo que ellos dicen y no hacen, todo era pura ostentación. Lo hacían para ser vistos, como diciendo: «Si Dios quiere hacer esto para recordarnos sus obras, pues hagámoslo bien grande para que los demás vean que la vemos y la tomamos en cuenta».
Aunque los fariseos llegaron al extremo de la hipocresía con esa conducta, sin embargo, eso no le resta a la hermosa enseñanza de Dios. Esta observancia tenía una intención divina y santa, pero ellos la volvieron una señal de apariencia religiosa. No obstante, para nosotros hoy, debe ser muy importante lo que Dios quiso lograr, que su pueblo siempre lo mire a él, que su pueblo todo el tiempo recuerde sus enseñanzas; que su pueblo constantemente lo lleve en su frente, para tener memoria; en sus ojos, para tenerlo a la vista; en su corazón, para que lo ame, y en sus manos (tipo de obra), para que lo viva.

Los otros textos que los judíos usaban para este fin eran: Éxodo 13:1-16; Deuteronomio 11:13-21; y Deuteronomio 6:4-9. Este último, para ellos, es uno de los textos más importantes de la ley al cual le llaman el «Oye»: «Oye, pues, oh Israel, y cuida de ponerlos por obra, para que te vaya bien en la tierra que fluye leche y miel, y os multipliquéis, como te ha dicho Jehová el Dios de tus padres. OYE, ISRAEL: JEHOVÁ NUESTRO DIOS, JEHOVÁ UNO ES. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, 

y al acostarte, y cuando te levantes [o sea siempre]. Y las atarás como una señal en tu mano [estas son las filacterias], y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas». ¡Es hermoso! Y lo incluye todo: en todo tiempo, en todo lugar, donde quiera que vayas, cuando te levantes, cuando sales por el camino, cuando regreses, cuando te acuestes, cuando te levantes otra vez; en otras palabras: siempre.

Los judíos se ponen las filacterias en la frente, pero todavía no entienden cuál fue la intención del legislador cuyo objetivo era que los hijos de Israel dijeran como el salmista: «En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti» (Salmos 119:11). No era ponerse un fleco para exhibirlo ni tampoco aprenderse los textos de memoria, como hacen algunos que ya han popularizado ciertos salmos, especialmente el 23, 91 o el Padrenuestro. La intención de Dios es que su Palabra debe estar de continuo en ti, para que no te olvides que eres un olivo de su plantío. Y para que no olvides que fue él que te rescató de Egipto (del mundo), te redimió de la maldición del pecado (Gálatas 3:13), y te hizo un pueblo santo, para a través de ti dar a conocer su gloria en las naciones. Y cuando la gente vea como vives, dirán: «Pueblo sabio y 

entendido es este, porque Jehová es su Dios». Por eso el Señor te dice: «Oye hijo, yo soy UNO, y UNO es mi nombre. Yo seré tu amor, y el objeto de tu alabanza; Yo seré EL TODO para ti, y mi Palabra estará en tu mente, y como frontales en tus ojos. Mi Palabra será tu vida, y las dirás a tus hijos y a los hijos de tus hijos; y estarás meditando en ella constantemente en tu corazón. Tú no serás como los religiosos, que el domingo abren el armario y sacan el vestido de la apariencia, para asistir a la iglesia, NO, sino que vestirás mi Palabra siempre».

¡Oh, si entendiéramos lo que el Señor quiere hacer en nuestras vidas! Dios quiere que vivamos la Palabra, y que seamos su morada. Jesús dijo: «Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os ENSEÑARÁ todas las cosas, y os RECORDARÁ todo lo que yo os he dicho» (Juan 14:26). Ahí están nuestras filacterias, el Espíritu Santo. Por eso el Señor dijo: «... porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron» (Lucas 10:24). Por tanto, no ando con flecos, ni con franjas, porque tengo a alguien dentro de mí que me recuerda todas las cosas. No una cajita, no una franja, no un fleco, no una cinta, no una piedrita, sino la persona del Espíritu Santo, tal como Jeremías profetizó:

He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto... Pero éste es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová (Jeremías 31:31-34).

Ahora tenemos al Espíritu Santo, aquel Consolador que Jesús prometió, cuando dijo: «Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré» (Juan 16:7). En otras palabras: «Conviene que yo me vaya. Me tengo que ir, porque si yo me voy, ustedes van a tener un parakletos allá arriba y un parakletos aquí abajo». La palabra parakletos significa consolador, es la misma palabra que usa Juan cuando dijo que si pecamos abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el Justo (1 Juan 2:1). Las palabras: abogado y consolador son la misma. Parakletos, en griego, significa «uno que fue enviado al lado nuestro para ayudarnos». Yo tengo uno al lado del Padre para ayudarme, y otro dentro de mí, para guiarme. Y de ahí es que viene lo que se llama el rema del Espíritu.

En la Biblia se usan dos vocablos, en griego, para referirse a la palabra de Dios: logos y rema (jrema). Logos generalmente es la letra, lo escrito; el rema es lo dicho, la palabra iluminada que el Espíritu Santo trae a tu mente en un momento dado, para recordarte algo de Dios. Por ejemplo, cuando Jesús estaba en el desierto, vino el diablo a tentarlo diciéndole que convirtiera la piedra en pan, dice la Biblia que Jesús dijo: «No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda PALABRA de Dios» (Lucas 4:4), aquí «palabra» es rema, es decir: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de todo rema que sale de la boca de Dios. Eso es un rema, la Palabra de Dios aplicada efectivamente a una situación. Porque en un momento dado, aquella Palabra que estaba escrita, vino a él, y aplicándola a aquella situación, con ella resistió al diablo, en cada tentación. Este le dijo: «Si eres Hijo de Dios, échate abajo... Jesús le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios» (Mateo 4:6-7). Cristo, posiblemente, no estaba pensando en ella en ese momento, pero el Espíritu se la trajo de las Escrituras a su mente, para que pudiera enfrentar y resistir en la prueba.

Ese es el rema, la palabra que viene a ti cuando estás enfrentando una situación difícil y necesitas consuelo. El Espíritu viene y trae a tu mente el texto que te conforta y fortalece, para resistir en el día malo. Es muy común que, en una situación económica difícil en la que, por ejemplo, te despidieron del trabajo, estés preocupado, pensando en cómo vas a comer, y con qué vas a pagar el alquiler de tu vivienda. Entonces, el adversario comienza a mostrarte un futuro incierto, lleno de calamidades y penurias, diciéndote: «Tus hijos van a pasar hambre, el dueño de la casa te echará de ella; te van a deportar de este país, etc.» Y comienzas a ponerte nervioso y a asustarte, imaginándote durmiendo debajo de un puente con los hijos mal vestidos y pidiendo de comer. Pero cuando 

levantas los ojos al Señor, el Espíritu te dice: «JAH es mi pastor, y NADA ME FALTARÁ» (Salmos 23:1). Y esa Palabra te levanta, y te fortalece para esperar en Dios, tu Salvador. Eso es rema, una palabra que el Espíritu trae a tu mente, que te dice: «¿Qué haces aquí, hijo? ¿No sabes que el Señor es tu pastor, que hizo pacto de estar contigo y cuidarte para siempre?» Entonces, se sacia tu alma en ella y vuelve el vigor a tus huesos, porque te fortalece.
Así también, cuando el diablo te quiere seducir, y te invita a la fornicación; y tus ojos se desvían a mirar con deseo a alguien que no es tu cónyuge, de momento el Espíritu viene y trae a ti la Palabra: «... cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón» (Mateo 5:28). «Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca. ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?» (1 Corintios 6:18-19) Y tú dices: «Oh, mira lo que dice la Palabra. No, no me dejaré llevar por el deseo. Mi mente es santa. No voy a pecar contra mi Señor». Entonces, la bilirrubina que ya estaba en ebullición en tu cuerpo, se calma, y todo vuelve a estar bajo el control del Espíritu.

A veces me quedo asombrado con textos que nunca me he aprendido de memoria y, de momento, la iluminación del Espíritu llega a mí tan magistralmente, en el momento preciso. Éstos afloran a mi mente y brotan de mis labios de tal forma que no hago más que alabar Señor Jesucristo. Por eso me da pena con los hermanos judíos, que están envueltos en un montón de flecos, y cajitas, pudiendo, como nosotros, tener el Espíritu Santo. Israel se está perdiendo de lo que tanto han esperado, y dicen como el salmista: «¿Hasta cuándo pondré consejos en mi alma, con tristezas en mi corazón cada día? ¿Hasta cuándo será enaltecido mi enemigo sobre mí?» (Salmos 13:2) El pacto era para ellos, y nosotros los gentiles que éramos los perdidos, estamos ahora sentados a la mesa, comiendo el maná y el pueblo que no era pueblo, ahora va delante de ellos al reino de Dios (Mateo 21:31). En Efesios 6:11-17, el apóstol Pablo dice:

Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la PALABRA [rema] de Dios…

El apóstol habla aquí de toda la armadura de nuestra milicia. Noten que todas las armaduras son defensivas, con excepción de la espada que es la Palabra de Dios, la cual es ofensiva (para atacar al diablo). Aquí «palabra» es rema, no logos. Cuando Satanás nos lanza un dardo, nos protegemos con el escudo de la fe, pero atacamos con el rema de la palabra de Dios. Cuando el enemigo nos ataca con cualquier arma, sea lazo, engaño, tentación, etc., el Espíritu Santo toma del logos (palabra escrita) el rema (palabra iluminada) y la trae a nuestra boca con el propósito de contrarrestar al adversario. ¿No es más efectivo el Espíritu Santo que las filacterias, para recordarnos la Palabra de Dios? Esa es una parte de la gloria del nuevo pacto. Esta es una de las superioridades del régimen del Espíritu con relación al régimen de la letra. Israel tenía el pacto, la ley, la adopción, la gloria, las promesas, los patriarcas, el culto, todas esas cosas, de los cuales nació Jesús, según la carne (Romanos 9:4,5); ellos que andaban en pos de la justicia, no la alcanzaron, y nosotros que no teníamos parte, ni suerte en este asunto, estamos disfrutando de las riquezas eternas. Por eso la Palabra dice que el pacto antiguo era la sombra de lo que había de venir, ahora estamos en las realidades de las cosas eternas. En vez de un fleco, en vez de una franja, en vez de una filacteria, de una cajita en la frente, tenemos al Espíritu de Dios, recordándonos todas las cosas. ¡Bendito es el nombre del Señor!
Jesús dijo: «Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir» (Juan 16:12-13). Fíjate que las franjas, los flecos, y las filacterias, eran para recordar lo que Dios había dicho y hecho, pero el Espíritu Santo, no solamente recuerda las cosas pasadas, sino que nos hace saber las cosas que han de venir, lo por llegar. «Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber» (Juan 16:14-15). Es decir, no solamente nos va a recordar, sino que nos va a guiar, y a anunciar cosas nuevas. Eso es lo que estamos disfrutando ahora, por el Espíritu Santo.

La ley era un ayo para llevarnos a Cristo. La ley habla de las figuras, de las cosas que habían de venir, pero ahora estamos en las realidades. ¿Se puede comparar un fleco con el Espíritu Santo? El mismo Dios ha venido en el Espíritu Santo a recordarte las cosas y anunciarte aquellas que han de venir. Israel falló y volvió todo en religión, y el propósito de esa enseñanza se perdió. Ahora Israel no sabe lo que está haciendo, se han desviado y no han entendido lo que Dios les puso en sus manos. Por eso, Jesús vino a enseñarnos la Torah (la ley de Moisés), lo que esas cosas significaban en verdad, y hacia donde nos quería llevar Dios con las enseñanzas de la ley. Por eso cuando se iba, dijo que no nos dejaría solos, que su trabajo sería continuado.

Jesús dijo que convenía que él se fuese, lo que indica que lo que vendría sería mejor. Porque era necesario que el cielo le recibiese hasta el tiempo de la consumación de todas las cosas. El cielo le recibió y el Espíritu Santo bajó. Hasta un día, cuando el Señor venga, y el Espíritu Santo subirá junto con la iglesia. La iglesia será arrebatada, porque el Espíritu Santo, se volverá un remolino y la levantará. Entonces, ya no será una hoja que lleve en el pico, sino un plantío completo. Y cuando nos encontremos en el aire con Jesús, le dirá al Hijo: «Así como tú le dijiste al Padre: “de los que me diste ninguno se perdió (Juan 17:12), así te digo yo, que de los que me diste a cuidar ninguno se ha perdido. Aquí „están todos aquellos que se dejaron guiar, y no se molestaron cuando les estaba explicando las cosas, y no me resistieron ni contristaron, sino que se dejaron enseñar (Juan 14:26)». Por eso es que la Palabra dice: «… no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención» (Efesios 4:30). Pues, el Espíritu habla y habla, y si lo rechazas y lo rechazas, llegará un momento que te dejará en tus propios caminos, y cuando te enredes, caerás en cosas peores (2 Pedro 2:20).

Cuidémonos de los pecados contra el Espíritu Santo. No podemos rechazar al que vino enviado por el Padre, por el ruego del Hijo, aquel que está a nuestro lado, con nosotros y en nosotros, para guiarnos a toda verdad. Dejémonos cuidar por el Espíritu. Cuando él te hable, sé íntegro, honesto, deja la manipulación y doblez de corazón. En la relación con el 
prójimo no guardes rencor, reconcíliate con tu cónyuge, trata bien a tus hijos, paga el impuesto requerido, no hables mentiras a las agencias del gobierno, porque si hablas verdad, no te va a faltar nada en tu casa, pues los que claman a Dios son librados, y los que confían en él no serán avergonzados (Salmos 22:5).

Hay un galardón en Dios, para los que gobiernan bien su casa y tienen sus hijos en sujeción y honestidad. Tú, que fuiste sellado con el Espíritu Santo, busca la paz en tu hogar y síguela. El que no es fiel en su casa, es peor que un infiel para con Dios. No importa lo que tengas que tolerar, mantén tu casa, no te divorcies, pues el divorcio no existe para Dios. Mantente con el varón o la mujer que te dio, y háganse uno en él, los dos. Dale una oportunidad al Espíritu Santo. Cuida tu casa, para que el día que el Señor venga, le digas: «He aquí lo que me diste a administrar. Yo cuidé las ovejas de mi aprisco, y cuidé mi redil». También le dirás: «Gracias Espíritu Santo, no te resisto más. Me someto a tus ruegos. Guíame. Ven a mi mente, a mis ojos, a mi corazón, a mis manos, a mis pies, y a todo lo mío. Te obedezco al salir por la puerta y andar por el camino; cuando me siento a la mesa con mi familia a comer, cuando voy al lecho, sigo tus instrucciones, medito en ti».

Por eso dice la Palabra: «Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones…» (2 Pedro 1:19). Tenemos al Espíritu Santo que nos guía a toda verdad. El Señor impartió dones a la iglesia para que esté equipada en poder, en sabiduría y revestida de toda autoridad para hacer frente al diablo. El Señor Jesucristo a través del Espíritu, nos da los ministerios, pero es el Espíritu Santo que administra esos ministerios, para llevar a cabo la voluntad de Dios. No nos falta nada, estamos completos en Cristo Jesús y en el Espíritu Santo. Para Israel su memorial eran flecos y filacterias, pero para nosotros es la persona del Santísimo Espíritu de Dios. Él habla, recuerda, guía. Sometámonos al Espíritu.

Aprendamos de Israel que por resistir al Espíritu de la Palabra convirtió en religión lo que era bendición. No hagamos nosotros lo mismo. Vivamos en el fluir del Espíritu, y en la espontaneidad del Espíritu, siendo en todo, guiados por él. Permite que te hable a través de 

la predicación y de todas las cosas que le parezca bien, porque es nuestro Dios quien nos instruye, y nos enseña lo recto «... para hacer maravilloso el consejo y engrandecer la sabiduría» (Isaías 28:26,29), dice el rema de la Palabra. Retén lo que tienes, pelea por la bendición.

Anda con los flecos del Espíritu. Nota que la mujer que tenía el flujo de sangre se abrió paso entre la multitud (la multitud siempre es un impedimento para llegar al Señor), y pensó que si solamente tocaba el borde de su manto tendría sanidad (Mateo 9:20). Y así lo hizo, y tocó el fleco o las borlas de las esquinas del manto de Jesús. Esos flecos no sólo recordaban, sino que también tenían unción. Por eso, el Espíritu Santo es la unción de Dios; lo tocas y te sanas; entonces tócalo en todo tiempo, él es la unción de Dios. El poder de Dios está en el Espíritu Santo, pues virtud sale de él. Dile: «Señor, ruego que tu Espíritu me llene de la santa unción, para sanar a los enfermos, a los atribulados del diablo, para sacar de las cárceles a los oprimidos, etc.» Porque para eso vino el Espíritu Santo, para guiarte y capacitarte.

¡Agárrate también de los flecos del Espíritu! Los judíos tienen las filacterias, pero tú tienes al Espíritu Santo que constantemente te dice: «Oye, hijo, Adonai, tu Dios, Adonai, Uno es». Entonces dile: «Oh, gracias Espíritu Santo, dímelo otra vez», y el Espíritu Santo, vuelve y repite: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo» (Lucas 10:27). Pero lo grande de esto es cómo te lo dice. A veces el Espíritu Santo te toca, te quebranta y te pone a llorar, porque te llega hasta las entrañas. Se siente como un santuario, es como si el cielo bajara metiéndose en nuestro interior, en el pecho (la palabra dice que somos templo del Espíritu Santo y morada de Dios en el Espíritu) y en tus huesos, entonces las fuerzas se debilitan y se produce en ti un tremendo peso de gloria que no puedes resistir de pie.

¡Cuánto nos ha dado Dios en el Amado! Quiero usar todo lo que el Espíritu Santo de Dios tiene para mí, para mi vida, y para el propósito que tiene conmigo, como padre, esposo, como hijo, como siervo suyo, como ministro y administrador de sus dones espirituales. Si has recibido la Palabra de Dios en esta hora, abre tu corazón al Señor, y entiende su intención cuando le dijo a Israel “hazte franjas en los bordes de tus vestidos, para que te sirvan de memorial y te recuerden mis mandamientos y lo que he hecho en ti”. El interés de tu Dios es llenarte de su pensamiento y de él, en cada segundo de tu existencia, para que sepas que Jehová es el todo en ti. Su Palabra es tu guía segura, para que no te prostituyas al poner tus ojos en ti mismo. Por eso envió al Espíritu Santo (y bendecimos a Dios por Jesucristo, pues por él vino la gracia, el apostolado y el Consolador), para que no vivamos en la sombra sino en la realidad de los bienes venideros. Por eso queremos más del Espíritu. Y como aquella mujer que se agarró del borde de su manto, nosotros también nos agarramos del Espíritu Santo y le decimos: «Amado Consolador, ven a nosotros, queremos ser llenos de ti, para recordar tu Palabra, y ser guiados en el ministerio que nos diste. Anhelamos ser perfeccionados y andar en novedad de vida».

Le ruego a Dios que nadie resista al Espíritu, que nadie entristezca al Espíritu, que nadie blasfeme al Espíritu, que nadie cometa ninguno de los pecados contra el Espíritu Santo, pues es él el que nos conduce a toda verdad, y nos anuncia las cosas que han de venir y nos recuerda las cosas del Señor Jesús.
Amado, ponte la mano en tu corazón, y pídele al Espíritu Santo que te llene con una unción que nunca antes hayas recibido. Que este día se convierta en el gran día del Espíritu Santo en tu vida: el día del memorial. El día que despiertas a la bendición de lo que es el Consolador, porque fluye su santa unción en ti. Recíbela en el nombre de Jesús. El mundo tiene que conocer y ver al Espíritu Santo a través de nosotros. Ya Dios mandó su viento fuerte y nos ha secado. Las aguas han sido separadas y ahora somos olivos verdes, plantados en la casa de Dios, para dar frutos, por la savia del Espíritu que nos vivifica.

Seguros en Cristo Ministry Col. 2.10 
Guildo Jose Merino 
www.tiemporeales.blogspot.com




Aprende Inlges en 3 meses, asi de facil